sábado, 8 de enero de 2011

SER UN QUIJOTE. Buscaremos y estoy seguro encontraremos otros, anteriores y contemporáneos, aún hoy día, que parece faltan en los humanos todos los valores.


“Ya véis que no soy un pesimista ni un desencantado, ni un vencido, ni un amargado por derrota ninguna: a mí no me ha derrotado nadie; y aunque así hubiera sido, la derrota sólo habría conseguido hacerme más fuerte, más optimista, más idealista; porque los únicos derrotados en este mundo son los que no creen en nada, los que no conciben un ideal, los que no ven más camino que el de su casa o su negocio, y se desesperan y reniegan de sí mismos, de su patria y de su Dios, si lo tienen, cada vez que les sale mal algún cálculo financiero o político de la matemática de su egoísmo.
Trabajo va a tener el Enemigo para desalojarme a mí del campo de batalla!
El territorio de mi estrategia es infinito, y puedo fatigar, desconcertar, desarmar y aniquilar al adversario, obligándolo a recorrer distancias inmensurables, a combatir sin comer, ni beber, ni tomar aliento, la vida entera, y cuando se acabe la tierra, a cabalgar por los aires sobre corceles alados, si quiere perseguirme por los campos de la imaginación y del ensueño. Y después el Enemigo no puede renovar su gente, por la fuerza o por el interés, que no resisten mucho tiempo; y entonces, o se queda solo, o se pasa al Amor, y es mi conquista, y se rinde con armas y bagajes a mi ejército invisible e invencible.”

Fragmento de una página del discurso de Joaquín V. González “La Universidad y el alma argentina” (18 de Septiembre de 1918)
 

Joaquín V. González
Hombre de múltiples facetas, fue una de las personalidades más destacadas de la cultura nacional del período moderno. Fue político, legislador, funcionario, historiador, educador, filósofo, literato.  Nació en Nonogasta (Chilecito, La Rioja) el 6 de marzo de 1863 y murió en Buenos Aires el 21 de diciembre de 1923.


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